“SANTA
PRISCA”
Señoras y señores, José
de la Borda Sánchez fue un católico empedernido, ferviente creyente en el Señor
del Santo Entierro, por lo que, producto de su peculio, José de la Borda
comenzó a construir su templo en 1748 y terminó 10 años después, en los
momentos en que triunfaba en Europa el movimiento que encabezaba Oppenard y
Messonier los cuales innovaban en el estilo Rocalla, suavizándolo y tomado de
la exuberancia de la Regencia, un churriguera genuinamente francés.
Esa fue la influencia
que siguieron en el diseño arquitectónico el francés Diego Duran y el español
Cayetano Sigüenza. Pero se dice que en el año de 1751, una tarde que José de la
Borda por negocios se había trasladado a Guanajuato, su produjo una tormenta, de
negros nubarrones y fuertes vientos, entonces unos rayos cayeron sobre lo que
llevaba adelantado de la obra, provocando que artesanos y albañiles que
trabajaban en el templo se hincaran para rezar con los brazos cruzados.
Y que de pronto Santa
Prisca –a la que se venera el 18 de enero-, se dejó ver en las alturas,
sujetando con sus manos los relámpagos para impedir que causaran daño a la
gente que se encontraba en el lugar. Es un pasaje que conocen todos los
taxqueños, el hecho es tradicional y los más ancianos lo relatan con serenidad
y certeza. Por tal motivo Santa Prisca es la patrona de Taxco y José de la
Borda decidió que la iglesia llevara su apelativo.
Por ello, hay quienes
señalan que fue construida desde febrero de 1751 a diciembre de 1758 –por lo menos
es la leyenda que cuentan los guías-, lo cierto, es que es el ideal del buen
turista de gusto refinado “que alcanza con su vagabundeo el descanso espiritual
que apetece”; la parroquia de Santa Prisca, es algo que nos brinda desde luego,
forma y color que asimilamos sin grandes esfuerzos intelectuales, y que cuando
la repasamos más despacio, le tomamos mayor sabor.
Como buenos catadores del
placer estético, aviados de sensaciones; y esto es lo que precisamente la
fachada principal de la iglesia del antiguo “Real de Minas”, hoy ciudad de
Taxco de Alarcón, nos ofrece para todos sus visitantes locales, nacionales y
extranjeros, que complementan su toque cosmopolita, desde su origen, hasta la
vida cotidiana de hoy día que se viven en todas sus callejuelas y
negociaciones.
La construcción del
templo de Santa Prisca, también tuvo como propósito la creación de un espacio
para que el sacerdote Manuel de la Borda –hijo de José de la Borda, menor a Ana
María-, pudiera oficiar misa.
La parroquia se
encuentra en una pequeña hondonada, “bien labradas, 2 grandes tajaradzos de
piedra rhyolítica de tono rosa, de viejo cacharro de talavera, de estilo churrigueresco
–la desproporción se debió a la costumbre, muchas veces condición indispensable
para otorgar el permiso de la edificación de un templo, de que sus campanarios
deberían forzosamente dominar las casas de los feligreses, y para lograr tal
cosa en la ciudad de las 7 colinas solamente era posible rompiendo el
equilibrio en la proporción de las líneas, que afectó naturalmente a la masa-“.
Encuadrada en los cubos
que sustentan las altas torres, nuestros ojos van pasando revista a la puerta
de casetonerío complicado, en donde la línea recta es ocasional; luego pasamos
a la amplia portada de medio punto, esbelta y elegante; en seguida nos fijamos
en los iconos intercolumnios, esculpidos en bulto completo que representan a
Pedro y Pablo, de pie, sustentados de retropilastras de austeros decorados.
No está por demás
decir, que en toda la obra predomina el orden compuesto; en el segundo cuerpo
luce un gran medallón en relieve que representa el bautismo de Jesús en el
Jordán, el cual está encuadrado entre columnas pareadas de las que se dicen
salomónicas y arriba de ese medallón una ventana de excelentes proporciones,
que sirve para iluminar el coro del templo.
Y por último, vemos que
todo este plasma queda encerrado en la parte alta, entre un arco de círculo en
que descansa una balaustrada, que liga las bases de los campanarios y en cuyo
centro está el reloj que, en unión de tres grandes esculturas, sirve de remate
a todo este frente.
“Con un atrio acotado
en parte con una verja de hierro hecha con dispendio, y en parte con un muro de
arcos invertidos que se unen entre sí por medio de unas almenas muy ceñidas a
la masa total del monumento”.
Tiene este atrio en uno
de sus ángulos, una planta de cruz latina, la más airosa y a la igual bien
labrada que jamás se ha visto, colgada entre 4 acroteras, de la que en aquel
tiempo llamaban plumeros “Pompadour” y que sirven de resolución a los ángulos
planos de la gran peana en cuyos paños se labraron unos escudos Luis XV de elegancia
y sobriedad y con una nave lateral que sirve de capilla para el altar de las
Animas, decorada con azulejos de talavera, característicos de la arquitectura
novohispana. Los muebles de origen del mismo estilo fueron confeccionados por auténticos
ebanistas.
Otra vez, tales como
los requería todo el conjunto, “que más que la representación del símbolo de la
fe, hoy por hoy continua siendo un escarceo de la imaginación del artífice”,
hecha con igual cuidado y conciencia, que capricho y fantasía. Los retablos son
obra de los peninsulares Isidro Vicente y Luis de Balbás.
Unicos en el mundo, trabajos
en madera y recubiertos con hojas de oro, se trata de una muestra del barroco,
el retablo mayor está dedicado a la Purísima Concepción y a los santos patrones
de Taxco; Santa Prisca y San Sebastián, en las capillas del transepto se ubican
otros dos importantes retablos, uno dedicado a la virgen de Guadalupe y otro a
la virgen del Rosario.
Están también los
evangelistas, las conchas –que simbolizan el bautismo de Jesús-, las hojas de
laurel –que simbolizan el triunfo de la fe-, y las uvas –que representan la sangre
de Cristo-, en el interior se hallan pinturas de Miguel Cabrera, llamado “El
Divino Zapoteca”, pintor oaxaqueño nacido en el siglo XVII, al que José de la
Borda encargó todos los cuadros del inmueble, su lienzo “La adoración de los
pastores” que decora el muro principal de la Sacristía, deja bien sentada la fama
del artista plástico de “los contornos de Corregio, lo animado de Dominiquino y
lo patético de Murillo”.
Quisiéramos seguir
dedicando más líneas a la descripción de tan excelsa obra, sin embargo, –y que no
por no seguir gastando más tinta-, considero que es mejor que de viva voz la
escuche no sólo de los guías, sino que camine por los alrededores de la “Plaza Borda”.
Pues los taxqueños están orgullosos –y con razón-, de su iglesia y sienten por
su terruño gran afecto, y el viajero también participa en ese sentimiento. Fotos:
Lily Segura y Facebook Comentarios: www.noesegurasalazar.blogspot.mx
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