“LA
JAUJA COLONIAL”
Señoras y señores,
Taxco viene de “Tlaxco” –juego de pelota-, un hermoso paraje que se encuentra
entre “un nudo” de vaguadas que forman las 7 colinas que se unen; las cuales, siempre
“chuecas”, siempre en planos inclinados, que no tienen ni orden ni simetría, son
un espectáculo para el trotamundos de excelencia. A dos horas y 10 minutos por
carretera del D.F., o en un tiempo similar por autobús desde la capital de
Guerrero, Chilpancingo.
La población es antiquísima,
Moctezuma el Grande –Ilhuicamina-, hacia el año de 1455 conquistó esta región
entonces Tlahuica, asentamiento humano que primeramente estaba situada en la
falda del cerro “Tecapulco”, quedando como parte del régimen tributario del
imperio Azteca, el cual lo pagaba en “ladrillos de oro” (Tejos) -además de las
propias gargantillas y hasta sandalias que se mandaba hacer el otrora
gobernante con este metal precioso-.
Los conquistadores
españoles al saber de la riqueza minera, en 1529 “movieron la ciudad” 12 kilómetros
(precisamente en donde hoy se encuentra, sobre el cerro del “Atachi”); Casas
blancas cubiertas de tejados rojizos, al más puro estilo árabe-colonial,
algunas de las cuales, aparentemente sólo tienen “dos plantas por su frente”,
empero, hasta 5 pisos por los desfiladeros y acantilados. Moradas que tienen al
pie exuberantes empedrados que atestiguan costumbres más reposadas, más
tranquilas, almas que se sienten apegadas al pasado.
Que nos provoca el
efecto de “el último rincón del mundo olvidado de la vida”, que no tiene ni una
sola urgencia –ni deseos-, de que vengan las rachas del modernismo –“de hecho,
el primer automóvil que llego a Taxco fue en 1922” y casi no toca su destino
por lo serpentino del camino de terracería, hoy día ya todo asfaltado-, el cual
tuvieron que empujar en más de una ocasión; pues su sociedad siempre está
respetando sus tradiciones y costumbres, el jumil, los jarros, la orfebrería de
la plata y su afamado tianguis sabatino, pero con énfasis la “Semana Santa” y
sus “encruzados, animas y auto flagelados”.
“Bástales saborear su pretérito”
y si a caso, algunas sugerencias de los canales de televisión como “La cocina
de los Pueblos Mágicos” que conduce -y en donde cocina- el chef Jesús Gibaja,
que se transmite todos los miércoles a la 1: 30 p.m. con repetición los
domingos a las 4 p.m. por Unicable.
Que se atreve frente a
la parroquia de “Santa Prisca”, cocinar un exótico “mole rosa” acompañado de
unos mezcales como aperitivo; pues para los taxqueños no hay mejor mañana que
las que puede ofrecer el mismo “Astro Rey”, mostrando entre los resquicios del roció
de la madrugada ese caserío alegre, su tranquilidad infinita de emociones
hondas en sus hermosos patios adoquinados transformados en exuberantes jardines
que gozaron Frida Calo y Diego Rivera acompañados de sus inolvidables tragos de
agua de Jamaica con aguardiente y unas “hojitas” de yerbabuena.
Sea pues en las venidas
a menos “Jornadas Alarconianas”, o la “Feria de la Plata”, o en las incomparables
tardes-noches de los festivales internacionales de guitarra o de la temporada
navideña y de fin de año, el turista de buen caminar debe ir sin programa, sin
prejuicios, sin brújula, acariciando –otra vez-, el pasado y nada más.
Escuchar a “Guerrero
Jazz”, saborear un buen puro, un mejor libro, sentarse en el “guardacantón” de
la calleja, bajo el farol de empolvada vidriería que cuelga del “pie de gallo”,
así, así es como el turista debe pensar en Taxco; así es como el autentico
caminante debe asistir a esa ciudad platera, cuna del literato taxqueño Juan
Ruiz de Alarcón y a donde llegó el insular José Borda. Así las cosas con “la Jauja
colonial”. Fotos: Facebook y Lily Segura Comentarios: www.noesegurasalazar.blogspot.mx
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